Un año más comienzan los
preparativos, es día 24 y esta vez el tiempo no acompaña. Todo hace presagiar
que mañana en el Puerto de Santa Orosia el agua seguirá cayendo sin cesar pero
aún así y después de lo que nos ha costado poder estar aquí este día, estamos decididos
a acudir.
Comenzamos a organizarnos, unos
en coche y otros andando, convencidos de llegar al puerto haga el tiempo que
haga. Este año nuestros guías no van a poder acudir así que habrá que buscar
otros caminos.
Los más madrugadores salen de
Bergua a punto mañana, a continuación salimos los que iremos andando. El tiempo
no está muy seguro y este año no iremos por los viejos caminos por los que nos llevaron
el año pasado, ya que solo los que los
patearon durante años son capaces de irlos encontrando sin perderse.
Se echa de menos las
explicaciones de todos los montes por los que pasamos, las anécdotas que estos
caminos vivieron, pero después de 4 horas y mojados como chuzos por las ramas divisamos Santa
Orosia.
Es curioso que este día siga
atrayendo a gente tan diversa desde distintos
puntos geográficos. Para entender este día hay que verlo desde una perspectiva
social, cultural y antropológica junto con el contenido religioso que tiene para
muchas personas.
La romería de Santa Orosia se sitúa
en pleno solsticio de verano, en un momento clave del ciclo de la vida en la
montaña. La religiosidad popular de la antigua sociedad rural tendía a
mecanizar los cultos a diversos santos acoplándolos
a los estadios sucesivos de la vida humana, del ciclo agrario o pastoril.
En la sociedad tradicional
pirenaica el tránsito de la muerte invernal a la vida primaveral o viceversa
era un momento crítico que debía ser encauzado. De aquí el nacimiento de
rituales como el carnaval o en este caso el festejo de lo ya conseguido con la
llegada del solsticio de verano.
La Romería a Santa Orosia se ha
visto trastocada respecto al siglo pasado, su esencia cambió a la par que desaparecía
la sociedad rural que antaño la sustentaba.
Hasta la llegada del modelo industrial
que desmoronó la sociedad rural que habitaba en estas montañas, la romería además
de motivaciones religiosas cumplía unas funciones importantísimas. En el ámbito
económico se ajustaba el precio de la lana, se examinaban las caballerías
ajenas y se iniciaba algún trato, se practicaba el primer tanteo para buscar
sirvientes o pastores para el invierno, se apalabraban matrimonios o servía a
los jóvenes para iniciar noviazgos.
Actualmente se dan cita en la
ermita antiguos romeros o sus descendientes, atraídos por el lado sentimental o
nostálgico de lo que vivieron o les transmitieron, junto con una población
más urbana atraída por lo folclórico y dispuesta a pasar un buen día en un entorno
natural privilegiado.
Después de una mañana más
centrada en lo religioso llega la comida y tras ella el turno de los brindis y
la pastorada. Para mí sin duda es un momento especial y único que afortunadamente
todavía podemos disfrutar en nuestras montañas.
El dance de Yebra acompañado por
el chicoten y el chiflo y la pastorada son dos valores añadidos a este día.
Escuchar charrar en nuestra lengua y la
pervivencia de un instrumento como el salterio ante la imposición de otros instrumentos y
melodías lo hacen único.
Finalmente el tiempo nos ha
acompañado, ya solo queda volver a recorrer los caminos del Sobrepuerto para
regresar a Bergua.
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